MENSAJE
PASTORAL DE LA CALLE
DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Dirijo a todos mi cordial bienvenida, al final del Simposio Internacional de la Pastoral de la Calle, organizado por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Agradezco al cardenal Veglio por sus amables palabras, y sobre todo le agradezco a él y todo el personal por su trabajo en este campo pastoral. El objetivo de estas jornadas de estudio y reflexión es preparar un plan de acción en respuesta al fenómeno de los niños y las mujeres - y sus familias - que tienen como principal ambiente, la vida en la calle. Tengo un gran respeto por su compromiso de proteger y promover la dignidad de estos niños y mujeres; Por eso los animo a seguir adelante con confianza y celo apostólico.
La realidad, a veces muy triste, que encontramos, es causada por la indiferencia, la pobreza, la violencia familiar y social, y el tráfico de personas humanas. También está el dolor de las separaciones conyugales y el nacimiento de hijos fuera del matrimonio, destinados a menudo a una vida "callejera". Los niños y las mujeres de la calle no son números, no son "paquetes" para ser mercantilizados: son seres humanos con rostro y nombre propios, con una identidad donada por Dios a cada uno. Ellos son hijos de Dios como nosotros, iguales a nosotros, con nuestros mismos derechos.
Ningún niño, por su cuenta, elige vivir en la calle. Por desgracia, incluso en el mundo moderno y globalizado, muchos niños se les roba su infancia, sus derechos, su futuro. La falta de leyes y de estructuras adecuadas agrava su estado de privación: la falta de una verdadera familia, la falta de educación y de asistencia sanitaria. Cualquier niño abandonado o forzado a vivir en la calle, se convierten en presa de las organizaciones criminales, es un grito que se eleva a Dios, que creó al hombre y a la mujer a su imagen; es un grito que acusa un sistema social que criticamos durante décadas, pero nos resulta difícil cambiar según los criterios de justicia.
Preocupante ver a un número cada vez mayor de niñas y mujeres jóvenes que se ven obligadas a ganarse la vida en la calle, vendiendo sus cuerpos, explotadas por organizaciones criminales y a veces por parientes y amigos. Esta realidad es una vergüenza para nuestras sociedades que presumen de ser modernas y haber alcanzado altos niveles de cultura y desarrollo. La corrupción difundida y la búsqueda del beneficio a toda costa privan a los inocentes y los débiles de las posibilidades de una vida digna, alimentan la criminalidad de la trata de personas y otras injusticias que caen sobre sus hombros. ¡Nadie puede permanecer inerte ante la necesidad urgente de proteger la dignidad de la mujer, amenazada por factores culturales y económicos!
Les pido, por favor, no se den por vencidos frente a las dificultades de los desafíos que interpelan su convicción, alimentada por la fe en Cristo, que ha demostrado, hasta culminar en la muerte en la cruz, el amor preferencial de Dios Padre a los más débiles y marginados. La Iglesia no puede permanecer en silencio, las instituciones de la iglesia no pueden cerrar los ojos frente al nefasto fenómeno de los niños y las mujeres de la calle. Es importante la participación de las diferentes expresiones de la comunidad cristiana en los distintos países con el fin de eliminar las causas que obligan a un niño o una mujer que vive en la calle o ganarse la vida en la calle. Nunca podremos evitar de llevar a todos, especialmente a los más vulnerables y desfavorecidos, la bondad y la ternura de Dios Padre misericordioso. La misericordia es el acto supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro, es el camino que abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre.
Queridos hermanos y hermanas, les deseo una fecunda misión en sus países para el cuidado pastoral y espiritual y para la liberación de los más frágiles y explotados; una misión fecunda para la promoción y cuidado de su identidad y dignidad. Los entrego a ustedes y a su trabajo a María, Madre de la Misericordia: que la dulzura de su mirada acompañe el compromiso y las intenciones de los que cuidan a los niños y mujeres de la calle. Y yo invoco de corazón sobre cada uno de ustedes la bendición del Señor.
Y ahora os invito a rezar a la Virgen y pedirle que acaricie a estos niños viven en la calle, estas mujeres…sufren mucho. La caricia de la Virgen: tenemos necesidad de maternidad. Oremos a la Virgen. Dios te salve María, llena eres de gracia...