MENSAJE
ENCUENTRO MUNDIAL DE ALCALDES
DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO
Buenas tardes, bienvenidos.
Les agradezco sinceramente, de corazón el trabajo que han hecho. Es verdad que todo giraba alrededor del tema del cuidado del ambiente, de esa cultura del cuidado del ambiente. Pero esa cultura del cuidado del ambiente no es una actitud solamente – lo digo en buen sentido- “verde”, no es una actitud “verde”, es mucho más. Es decir, cuidar el ambiente significa una actitud de ecología humana. O sea, no podemos decir: la persona está aquí y el Creato, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. Eso es lo que quise expresar en la Encíclica “Laudato Si”: que no se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, sea del ambiente sobre la persona, sea de la persona en el modo como trata el ambiente; y también, el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado. Por eso, frente a una pregunta que me hicieron yo dije: “no, no es una encíclica ‘verde’, es una encíclica social”. Porque dentro del entorno social, de la vida social de los hombres, no podemos separar el cuidado del ambiente. Más aun, el cuidado del ambiente es una actitud social, que nos socializa en un sentido o en otro -cada cual le puede poner el valor que quiere- y por otro lado, nos hace recibir – me gusta la expresión italiana cuando hablan del ambiente- del “Creato”, de aquello que nos fue dado como don, o sea, el ambiente.
Por otro lado, ¿por qué esta invitación que me pareció una idea - de la Academia Pontificia de las Ciencias, de monseñor Sánchez Sorondo - muy fecunda, de invitar a los alcaldes, a los síndicos de las grandes ciudades y no tan grandes, pero invitarlos aquí para hablar de esto? Porque una de las cosas que más se nota cuando el ambiente, la Creación, no es cuidada es el crecimiento desmesurado de las ciudades. Es un fenómeno mundial, es como que las cabezas, las grandes ciudades, se hacen grandes pero cada vez con cordones de pobreza y de miseria más grandes, donde la gente sufre los efectos de un descuido del ambiente. En este sentido, está involucrado el fenómeno migratorio. ¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las grandes ciudades, las villas miseria, las chabolas, las favelas? ¿Por qué arma eso? Simplemente porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades. Y un punto que está en la encíclica, y con mucho respeto, pero se debe denunciar, es la idolatría de la tecnocracia. La tecnocracia lleva a despojar de trabajo, crea desocupación, los fenómenos desocupatorios son muy grandes y necesitan ir migrando, buscando nuevos horizontes. El gran número de desocupados alerta. No tengo las estadísticas- pero en algunos países de Europa, sobre todo en los jóvenes, la desocupación juvenil, de los 25 años hacia abajo, pasa del 40 por ciento y en algunos llega al 50 por ciento. Entre 40, 47 y –estoy pensando en otro país- 50; estoy pensando en otras estadísticas serias dadas por los jefes de gobierno, los jefes de Estado directamente. Y eso proyectado hacia el futuro nos hace ver un fantasma, o sea, una juventud desocupada que hoy ¿qué horizonte y qué futuro puede ofrecer?, ¿qué le queda a esa juventud? O las adicciones, o el aburrimiento, o el no saber qué hacer de su vida -una vida sin sentido, muy dura-, o el suicidio juvenil – las estadísticas de suicidio juvenil no son publicadas en su totalidad-, o buscar en otros horizontes, aún en proyectos guerrilleros, un ideal de vida.
Por otro lado, la salud está en juego. La cantidad de enfermedades “raras”, así se llaman que vienen de muchos elementos de fertilización de los campos - o vaya a saber, todavía no saben bien las causas-, pero de un exceso de tecnificación. Entre los problemas más grandes que están en juego es el oxígeno y el agua. Es decir, la desertificación de grandes zonas por la deforestación. Acá al lado mío está el cardenal arzobispo encargado de la Amazonia brasilera, él puede decir lo que significa una deforestación hoy día, en la Amazonia, que es el pulmón del mundo, Congo, Amazonia, grandes pulmones del mundo. La deforestación en mi patria hace unos años – hace 8 o 9 años- me acuerdo que hubo del Gobierno Federal a una Provincia, hubo un juicio para detener una deforestación que afectaba a la población. ¿Qué sucede cuando todos estos fenómenos de tecnificación excesiva, de no cuidado del ambiente, además de los fenómenos naturales, inciden sobre la migración? El no haber trabajo, y después la trata de las personas. Cada vez es más común el trabajo en negro, un trabajo sin contrato, un trabajo arreglado debajo de la mesa. ¡Cómo ha crecido! El trabajo en negro es muy grande, lo cual significa que una persona no gana lo suficiente para vivir. Eso puede provocar actitudes delictivas y todo lo que sucede en una gran ciudad por esas migraciones provocadas por la tecnificación excesiva. Sobre todo me refiero al agro o la trata de las personas en el trabajo minero, la esclavitud minera todavía es muy grande y es muy fuerte. Y lo que significa el uso de ciertos elementos de lavado de minerales – arsénico, cianuro- que inciden en enfermedades de la población. En eso hay una responsabilidad muy grande. O sea que todo rebota, todo vuelve. Es el efecto rebote contra la misma persona. Puede ser la trata de personas por el trabajo esclavo, la prostitución, que son fuentes de trabajo para poder sobrevivir hoy día.
Por eso me alegra que ustedes hayan reflexionado sobre estos fenómenos. Yo mencioné algunos, no más, que afectan a las grandes ciudades.
Finalmente, yo diría que sobre esto hay que interesar a las Naciones Unidas. Tengo mucha esperanza en la Cumbre de París, de noviembre, que se logre algún acuerdo fundamental y básico. Tengo mucha esperanza, pero sin embargo, las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente sobre este fenómeno, sobre todo, en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente. Recibí hace un par de meses a una delegación de mujeres de las Naciones Unidas encargadas de la explotación sexual de los niños en los países de guerra. O sea, los niños como objeto de explotación. Es otro fenómeno. Y las guerras son también elemento de desequilibrio del ambiente.
Quisiera terminar con una reflexión que no es mía, es del teólogo y filósofo Romano Guardini. Él habla de dos formas de “incultura”: la incultura que Dios nos entregó para que nosotros la transformáramos en cultura y nos dio el mandato de cuidar, y hacer crecer, y dominar la tierra; y la segunda incultura, cuando el hombre no respeta esa relación con la tierra, no la cuida – es muy claro en el relato bíblico que es una literatura de tipo místico allí-. Cuando no la cuida, el hombre se apodera de esa cultura y la empieza a sacar de cauce. O sea, la incultura: la saca de cauce y se le va de las manos y forma una segunda forma de incultura: la energía atómica es buena, puede ayudar, pero hasta aquí, sino pensemos en Hiroshima y en Nagasaki, o sea ya se crea el desastre y la destrucción, por poner un ejemplo antiguo. Hoy día, en todas las formas de incultura, como las que ustedes han tratado, esa segunda forma de incultura es la que destruye al hombre. Un rabino del medioevo, más o menos de la época de Santo Tomás de Aquino – y quizás alguno de ustedes me lo escuchó- explicaba en un “midrash” el problema de la torre de Babel a sus feligreses en la sinagoga, y decía que construir la torre de Babel llevó mucho tiempo, y llevó mucho trabajo, sobre todo hacer los ladrillos -suponía armar el fango, buscar la paja, amasarla, cortarla, hacerla secar, después ponerla en el horno, cocinarla, o sea que un ladrillo era una joya, valía muchísimo- y lo iban subiendo, al ladrillo, para ir poniendo en la torre. Cuando se caía un ladrillo era un problema muy grave, y el culpable o el que descuidó el trabajo y lo dejó caer, era castigado. Cuando se caía un obrero de los que estaban construyendo no pasaba nada. Este es el drama de la “segunda forma de incultura”: el hombre como creador de incultura y no de cultura. El hombre creador de incultura porque no cuida el ambiente.
Y ¿por qué ésta convocatoria de la Academia Pontificia de las Ciencias a los síndicos, alcaldes, intendentes de las ciudades? Porque ésta conciencia si bien sale del centro hacia las periferias, el trabajo más serio y más profundo, se hace desde la periferia hacia el centro. Es decir, desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad. La Santa Sede o tal país, o tal otro, podrán hacer un buen discurso en las Naciones Unidas pero si el trabajo no viene de las periferias hacia el centro, no tiene efecto. De ahí la responsabilidad de los síndicos, de los intendentes, de los alcaldes de las ciudades. Por eso les agradezco muchísimo que se hayan reunido como periferias sumamente serias de este problema. Cada uno de ustedes tiene dentro de su ciudad cosas como las que yo he dicho y que ustedes tienen que gobernar, solucionar, etcétera. Yo les agradezco la colaboración. Me dijo monseñor Sánchez Sorondo que muchos de ustedes han intervenido y que es muy rico todo esto. Les agradezco y pido al Señor que nos dé a todos la gracia de poder tomar conciencia de este problema de destrucción que nosotros mismos estamos llevando adelante al no cuidar la ecología humana, al no tener una conciencia ecológica como las que nos fue dada al principio para transformar la primera incultura en cultura, y frenar ahí, y no transformar esta cultura en incultura.
Muchísimas gracias.
DECLARACIÓN
Los abajo firmantes nos hemos reunido aquí, en la Academia Pontificia de las Ciencias y la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, con el objeto de abordar dos dramáticas emergencias correlacionadas: el cambio climático inducido por el ser humano, y la exclusión social en las formas extremas de radical pobreza, de la esclavitud moderna y de la trata de personas. Hemos llegado hasta aquí desde diversos ámbitos y diferentes culturas, y somos así el fiel reflejo del deseo, compartido por toda la humanidad, de paz, felicidad, prosperidad, justicia y sostenibilidad ambiental. Siguiendo cuanto afirma la Encíclica Laudato si’, hemos considerado la abrumadora evidencia científica que confirma la existencia de un cambio climático provocado por el ser humano, al igual que la pérdida de biodiversidad y la vulnerabilidad de los más pobres a los desastres económicos, sociales y ambientales. Ante las urgencias planteadas por el cambio climático antropogénico, la exclusión social y la pobreza extrema, es nuestra intención declarar lo siguiente, fruto de nuestro consenso. El cambio climático antropogénico es una realidad científicamente comprobada, y su efectivo control es un imperativo moral que alcanza a toda la humanidad. En este fundamental espacio moral, las ciudades de todo el planeta cumplen un papel clave. Todas nuestras tradiciones culturales afirman la inherente dignidad y la responsabilidad social de cada individuo en su relación con el bien común de la humanidad toda. Proclaman lo bello y lo maravilloso del mundo natural, al igual que su inherente bondad, y lo valoran como un don precioso que ha sido confiado a nuestro común cuidado; por eso es nuestro deber moral respetar, y nunca devastar, este jardín que es nuestra “casa común”. Los pobres y los excluidos, a pesar de que participen mínimamente en la disrupción del clima, están expuestos a temibles amenazas por causa de perturbaciones climáticas antropogénicas tales como la mayor frecuencia de sequías, tormentas extremas, olas de calor y el aumento incesante del nivel del mar. Hoy la humanidad cuenta con los instrumentos tecnológicos, los medios financieros y el conocimiento adecuado para revertir el cambio climático antrópico, poniendo fin, al mismo tiempo, a la pobreza extrema, mediante la aplicación de soluciones relativas al desarrollo sostenible tales como la adopción de sistemas bajos en carbono, con el respaldo de las tecnologías de la información y de la comunicación. El financiamiento de las iniciativas en pro del desarrollo sostenible, tales como las que apuntan a tener un efectivo control del cambio climático antropogénico, debe estar impulsado por incentivos que ayuden a la transición hacia energías bajas en carbono y renovables, y debe incorporar la búsqueda incansable de la paz, lo que permitirá que los presupuestos de los gobiernos pasen a priorizar las inversiones en la sostenibilidad, que tanto hacen falta, en desmedro del gasto bélico. El mundo debe saber que la cumbre sobre el cambio climático, a celebrarse en París hacia el final de este año (COP21), puede ser la última oportunidad efectiva de negociar acuerdos para mantener el calentamiento antropogénico por debajo de los dos grados centígrados, y para apuntar, para mayor seguridad, a mantener el clima del planeta bien por debajo de ese umbral. Sin embargo, de seguir la trayectoria actual, la humanidad fácilmente podría alcanzar la devastadora cifra de cuatro grados centígrados o más. Los líderes políticos de todos los Estados Miembros de la ONU tienen la especial responsabilidad de consensuar, en el marco de la COP21, un osado acuerdo en pro del clima que confine el calentamiento del planeta a un límite seguro para la humanidad, y que proteja a los más pobres y vulnerables del cambio climático ininterrumpido, que pone sus vidas en grave peligro. Tal como lo han prometido, los países de altos niveles de ingresos deben ayudar a financiar los costos de la mitigación del cambio climático en las naciones más necesitadas. Para revertir el cambio climático antrópico, será necesaria una veloz transformación que haga de nuestro hábitat un mundo impulsado por energías bajas en carbono – entre ellas las renovables –, y fundado en la gestión sostenible de los ecosistemas. Dichas transformaciones deberán llevarse a cabo en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que consensuados a nivel mundial, tendrán por objeto poner fin a la pobreza extrema; garantizar el acceso universal a la salud, a la educación de calidad, al agua potable, y a la energía sostenible; y fomentar la cooperación para erradicar la trata de personas y todas las formas modernas de esclavitud. Como alcaldes nos comprometemos a reforzar en nuestras ciudades y asentamientos urbanos la capacidad de resiliencia de los pobres y de aquellos en situación de vulnerabilidad y reducir su exposición a los eventos extremos relacionados con el clima y otros impactos, y catástrofes económicas, sociales y medioambientales, que fomentan la trata de personas y los riesgos de la migración forzada. Asimismo nos comprometemos a terminar con el abuso, la explotación, la trata de personas y todas las formas de esclavitud moderna, que son crímenes de lesa humanidad, incluido el trabajo forzado y la prostitución, el tráfico de órganos, y la esclavitud doméstica. Nos comprometemos también a desarrollar programas nacionales de reasentamiento y reintegración que eviten la repatriación involuntaria de las personas víctimas de trata (cf. la revisión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, n. 16.2, realizada por la PASS). Queremos que nuestras ciudades y asentamientos urbanos sean cada vez más socialmente inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles (cf. Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, n. 11). Todos los sectores y todas las partes interesadas deberán desempeñar el papel que les corresponde: este es un compromiso al que cada uno de nosotros se suma plenamente ya como alcaldes ya como personas.
http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2015/07