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IR A LA RAÍZ DEL PROBLEMA DE LA MIGRACIÓN

El lunes 19 de septiembre de 2017 comenzó una semana de reuniones de alto nivel en el Palacio de Cristal de las Naciones Unidas en Nueva York, que tenía como objetivo unir a los países en torno a la movilidad humana en el planeta; realidad que presenta hoy a unas personas que escapan de la guerra mientras otras buscan mejores oportunidades vida.

Durante el encuentro sobre el tema: “El papel de las organizaciones religiosas frente al gran movimiento de migrantes y refugiados”, guiada por monseñor Bernardito Auza; abrió los trabajos el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, con el tema: “No dejar a nadie atrás: transformar las palabras en acciones compasivas y proféticas”

Mons. Parolín basó su intervención en dos aspectos: En primer lugar, la necesidad de la ayuda humanitaria a personas que tienen nombres y rostros determinados que van más allá de las estadísticas y necesitan protección, respeto de sus derechos, solidaridad, compasión y en segundo lugar, la necesidad de ir a la raíz del problema para observar dónde nacen las migraciones o cuándo las situaciones condiciones económicas o los conflictos obligan a las personas a desplazarse.

El Vaticano aboga por un compromiso común de los distintos gobiernos y de la comunidad internacional para poner fin a las luchas, el odio, la violencia y a cambio poner paz y reconciliación en la certeza de que el camino para resolver los conflictos pasa a través de la diplomacia y el diálogo.

El abordaje de las causas fundamentales del desplazamiento de los pueblos requiere fuerza y voluntad política, significa repensar hábitos y prácticas arraigadas, como el comercio de armas, el suministro de materias primas y de energía, las inversiones, las políticas de financiación y el desarrollo sostenible e, incluso, el grave flagelo de la corrupción.

Pero también, para enfrentar con eficacia las causas fundamentales de los grandes movimientos de refugiados y otros migrantes forzados, es preciso luchar contra las causas estructurales de la pobreza y del hambre, lograr resultados más sustanciales en la protección del medio ambiente, asegurar un trabajo digno y productivo para todos, proporcionar acceso a una educación de calidad, y dar protección adecuada a la familia, que es un elemento esencial en el desarrollo humano y social.